¡Padre mío!
mi espíritu
encomiendo,
menguaré tu
dolor, triste,
humillado, de
tanta espina
y mal a
ti entregado
e hincado a tu presencia estoy sufriendo.
MI maldad a tu perdón estoy cosiendo,
salvaje fui y debo ser colgado;
en cambio tú, mi mal has aceptado,
arrepentido a ti,
llego corriendo.
Estruja mi mirada,
amargo grito,
en busca de tu luz
y tu ternura,
sabiendo lo que
mi alma necesita
y mi cuerpo se
duele de contrito
por beber de tus
manos la dulzura
y el maná que a mi
cuerpo resucita.
Antonio EScobar Mendívez
No hay comentarios:
Publicar un comentario