
El surco a la semilla queda abierto,
en la mano del hombre, esfuerzo puro,
subir cada peldaño siempre es duro,
la lucha cotidiana no es desierto.
El sudor de la frente rocío cierto,
aguacero de luz para lo impuro,
el grano con el tiempo es pan seguro,
es una llamarada, es un concierto.
El rosal del trabajo está encendido
de aromas. Realidad con emociones
cuando siembra la vida con sus manos.
Trabaja camarada, ve el florido
jardín que tú has logrado con pasiones
sin el pié agobiante del tirano.
No agaches la cerviz, lucha, trabaja
con la frente hacia el cielo. Si se moja
con el sudor bendito, se recoja
el pétalo del triunfo nunca se aja.
El fruto cotidiano cuando cuaja,
la lid de la esperanza, no se arroja,
mejor que se haga viento y si se antoja
una bandera erguida jamás baja.
Trabajar es la ley, eterno gozo
así lo quiso Dios, nunca fue sueño
ganar pan con sudor es más sabroso
porque cada migaja es el empeño
que has logrado ganártela tú mismo
con esfuerzo total y tu optimismo.
Del niño es su bandera y del anciano
cada día es desayuno, es su camino
que se estruja y se besa en cada mano
como a una guitarra con su trino.
Trabajar cada día siempre es sano
y ser un holgazán será mezquino
después de una labor miras ufano
tu alma de avecilla don divino.
Después de una jornada se recuesta
el sol sobre las olas y el ocaso
es un rayo de amor como respuesta,
los minutos se harán mustios y viejos
y en otra madrugada son tus pasos
la bendición de Dios y sus consejos.
Antonio EScobar Mendívez

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